Este año el periodo de adaptación en Casa Mingola ha sido muy diferente al del año pasado. La niña, con 29 meses, está en segundo curso y ya es “veterana”. Conocía a su educadora, los espacios y las normas. No ha habido llantos, tan solo un poco de nervios y sueño los primeros días hasta adaptarse a nuevos horarios y nuevos compañeros.

La escuela infantil en la que está matriculada es pública. Somos tan privilegiados, que de catorce escuelas infantiles públicas dependientes de la Consejería de Educación de la Comunidad Autónoma de Murcia, nosotros tenemos plaza en una de ellas. Sí, 14 escuelas 0-3 años en una comunidad autónoma con 1.470.069 habitantes y 45 municipios.

Este curso lo que peor llevamos son los recortes. Los malditos recortes. En la escuela han suprimido los apoyos, que ya eran pocos, y las educadoras las están pasando canutas.  Niños nuevos, padres nerviosos, llantos, pipís, cacas, mocos… No me hace falta pasar la mañana en el aula para darme cuenta que las nuevas normas  son “sálvese quien pueda”.

Atrás queda ese olor a colonia y esa coleta airosa, recién peinada, con la que recogía del cole todos los días a mi hija. Detalles aparte, me consta que los niños están atendidos y cuidados, pero soy consciente de que le han quitado derechos y me pregunto qué queda del carácter educativo de este ciclo.

Han metido la tijera sin piedad. Nos piden comprensión y esfuerzo, está bien. Los educadores hacen lo que pueden y más. Los padres nos volvemos más permisivos sin remedio.  Y los niños… ¿Alguien ha pensado en ellos? En todas las etapas de la educación, los niños son las grandes víctimas de estas políticas segregadoras, anquilosadas y que promueven la animadversión hacia un sector que merece todos mis respetos, los empleados públicos, en este caso los educadores, maestros y profesores.

No sé cómo poner freno a este robo a mano armada, a este desmantelamiento del estado del bienestar. Me resigno a creer que lo que se está haciendo es imprescindible, teniendo en cuenta que la educación es uno de los pilares fundamentales, como garante de una verdadera igualdad entre clases sociales. Me desconsuela pensar en un futuro tan incierto.

La educación no entiende de economía. La educación es cuestión de voluntad, y sobre todo, de solidaridad.