Mingola siempre me sorprende con sus juegos. Os lo conté hace tiempo en este post. Es una niña de libro. Si buscamos el significado de juego simbólico encualquier manual pedagógico, aparece el nombre de mi hija.

Jugando manifiesta sus miedos, sus gustos, sus obsesiones; interpreta lo que sucede, interioriza lo que aprende. Durante una época su roll más habitual era el de mamá. En cualquier objeto veía un bebé. Imagino que era lo más lógico porque su hermano nació cuando ella tenía veinte meses y juntas lo hemos criado. Esta capacidad, ponerse en el lugar del otro y expresar mientras juega lo que sucede en la vida real, es su gran aliada para comprender y asimilar cada nueva situación.

Sabemos que ha dado un importante salto en su desarrollo cognitivo y social. Las escenas familiares han pasado a un segundo plano, dejando paso a las escenas escolares. Ya no tiene hijos a su cargo, ahora tiene niños a los que enseñar muchas cosas. Así, le encanta ponerse mi vestido desmangado de bebé, ahora su baby azul de seño, y rodearse de paquetes de leche a los que da nombre, tareas y enseña cómo comportarse. Su imaginación no tiene límite. Utiliza las pegatinas de las botellas como pañal y los tapones pequeños como chupete. Papá Mingola, Mingolín y yo la miramos asombrados mientras juega, nos sonreímos y nos miramos con complicidad pensando en qué historias se monta esta chica. Se presenta un invierno divertido en el que voy a aprender mucho de mí y de lo que me rodea mientras observo a mis hijos jugar. Un consejo: apagad los móviles y probad a hacer lo mismo.

P.D.: Queridos Reyes Magos, este año tendréis que comprar nuestros regalos en el súper (continuará)